jueves, 23 de julio de 2009



EL CONCIERTO MALDITO TAKE FIVE


http://www.goear.com/listen/f7bfbc6/68-el-concierto-maldito-take-five-polaris


El concierto había sido brutal. Dos horas y media muy intensas y tenía los cojones en el suelo. El mejor concierto de mi vida sólo superado por los de Iron Maiden. (Es que Iron Maiden en directo… están muy por encima de todos los demás, eso es innegable). Y desde luego que había merecido la pena, todo lo que sufrimos para llegar, y todo lo que sufrimos para volver. Y sé lo que estáis pensando: muchas veces dice Seijas BRUTAL, pero es que esa palabra fue inventada para Metallica, porque es la única que los define a la perfección. A esos 4 brutos macarras de la vida, que te dan latigazos a golpe de guitarra sin compasión. Tenía la ropa completamente empapada en sudor y chorreando.

Me reúno con Julián en el punto de encuentro, son las dos y media pasadas y aún teníamos una hora para llegar a la estación. Aprovecho para comprar un regalito para Steve, y nos encontramos por fin con Thaís en la puerta de salida. Secretamente me susurra al oído que si perdemos el avión, que las llame que se prestan a llevarnos. Yo le digo que TENIAMOS que pillar ese avión. Aunque me gustaría volver con ellas de relax el lunes, Julián tenía que trabajar el lunes por la mañana temprano. Tenía que hacerlo por el. Nos despedimos y arrancamos.

Bueno, ya estábamos en el punto planeado en un principio, y habíamos superado el engorroso imprevisto de la cancelación del vuelo original. Ahora todo volvía a su cauce y podíamos retomar el plan. Tardaríamos 20 minutos en taxi o 30 en metro haciendo trasbordo. Tirao. ¿No? Pues no. Al día siguiente de mi llegada a casa, leyendo noticias, me enteré de que había 70.000 personas en ese festival viendo a Metallica. Eso se traduce en que en cuanto salimos del recinto, sólo vemos greñudos. No taxis. Olvídate. Y la boca del metro… había colas enormes para las escaleras. Así no íbamos a llegar a la estación. Lejos de rendirme, seguimos buscando otra boca de metro. Julián estaba muy enfadado, así que preferí no hablarle hasta que se le pasara. Parecía inminente que perderíamos el vuelo, pero yo aún tenía esperanza. Corremos por el metro… (Bueno, también es verdad, mucho corrimos) Hay colas enormes para subir. Conseguimos subir en el segundo turno. Íbamos callados y con mucha tensión. Llegamos a la estación del trasbordo. Bajamos y corremos hasta la otra línea. El reloj marcaba 10 minutos hasta el siguiente tren. Mierda. Nos sentamos en el suelo con la mirada perdida. Llega el metro. Subimos y llegamos a la parada de la estación. Corremos… corremos… CORREMOS. Llegamos a la estación pero nos damos cuenta de que está cerrada ya cuando vemos a la gente en la puerta con sacos de dormir. Son las 4 de la mañana. Habíamos perdido el bus. Julián se derrumba y se tira en una puerta a hacerse un cigarrillo. Aún teníamos 2 horas hasta que saliera el avión, así que pienso en parar a un taxi y preguntarle. El taxista pone aeropuerto de Reus en el GPS y le sale 130 € más o menos. Miro mi cartera y no llego a esa cantidad. Y no contaba con que le quedara mucha pasta a Julián tampoco así que le dejo marchar. Cuándo iba hacia Julián me doy cuenta de que tenía 50 € más guardados para emergencias. ¡Eureka! Me llegaba. Se lo digo a Julián y entre los dos intentamos parar a otro taxi. Julián para a otro taxista pero este era Hindú y no paraba de ponernos pegas, que si 180 € que si no se qué que si no sé que más. Estoy convencido de que no sabía ni ir. Le digo a Julián que no pierda el tiempo con él, que no nos va a llevar. Paramos otro, y este era sudamericano. ¡Ole la ONU! También nos pone muchas pegas, yo le digo a Julián que pase de él, que nos está tomando por tontos. Además me da por mirar el reloj, y veo que ya son casi las 5. Con lo cual ni en Taxi llegamos. Desolación. Allí, en la estación dels Sants. Se acabó.

Silencio.

Pienso en las palabras de Thaís, que se había ofrecido a llevarnos, y ahora se convierte en nuestra única opción de volver. La llamo, y si, se ofrece a salvarnos la vida. Quedamos con ella a las 11 de la mañana en una boca de metro. Aún faltan unas horas así que ya sin prisa y casi sin hablar, nos metemos en el metro. Buscamos hidratación. Yo aún sigo con la ropa mojada. Le comento a Julián la posibilidad de dormir calentitos en el piso de Gabriel, y el airado me responde que me deje de hostias… y que vayamos directamente al sitio dónde quedamos con Thaís. Llegamos y bueno, nos sentamos en un portal a esperar. Varias horas después, ya de día, sobre las 9 de la mañana, pasa una chica de unos 21 años. Se para extrañada (yo pensando, mmm, es guapa) y me dice: ¡No tenéis casa! (Huy, ¡vaya pintas debemos tener para que nos confunda con indigentes!) No, fuimos a un concierto, y perdimos el avión de vuelta. Solo estamos sentados aquí. Y me dice, necesitáis dinero. No gracias, no necesitamos nada, de verdad. ¿Queréis un cigarrillo? No gracias, de verdad, no te preocupes. Me pareció un buen gesto por su parte, pero poca ayuda nos podía ofrecer, la verdad. Estábamos empapados, agotados, sin dormir, sin comer, y sólo queríamos volver a casa. Julián saca de la riñonera mis gafas de sol. Rotas. Es igual. Ya me parece una cosa normal con la suerte que tenemos.

A las 10 ya nos estaba llamando Thaís, quedamos con ella, y desayunamos algo, justo antes de recoger el coche en un parking, y ahí empieza la aventura de vuelta. Recorrer todo el norte del país en coche. La verdad, más relajados. Paramos a comer en Zaragoza, vemos los paisajes, maldormimos en la parte de atrás, nos turnamos para conducir, hacemos bromas, echamos gasolina, cogimos una autopista que no era, y nos cagamos en todo para dar la vuelta. Lo pasamos muy bien. Llegamos al aeropuerto de Santiago a las 2 de la mañana. El coche seguía ahí, para nuestra sorpresa, porque tal como fue el viaje ya lo dudábamos. Llegué a mi casita a las 3 y media de la mañana. Ni me pude duchar. Caí redondo en cama. Habíamos tardado 18 horas en ir y 24 horas en volver, para dos horas y media de concierto. Pero mereció la pena y volvería a hacer lo mismo.

FIN

Si, de película. Quiero agradecer, con todo mi corazón, a Thaís y a Cris, que nos hayan traído, porque sino fuera por ellas estaríamos perdidos, y por un viaje tan emocionante y divertido a su lado. Muchas gracias, chicas. Sois las mejores.