martes, 30 de octubre de 2007


CON UN LATIDO DEL RELOJ

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No tardé mucho en descubrir que el amor es un ser vivo: Nace, crece, se reproduce, y muere.

Y… ¿Por qué muere?

Pues por desnutrición, de hambre, de enfermedad, vicios, sobredosis, accidente, vejez, monotonía, negligencia, o asesinato. A veces muere mucho antes que la relación, a veces mucho después, pero rara vez coinciden. Todos me dicen que la pasión es solo al principio, pero con el tiempo solo queda el cariño. Yo digo: ¡Mentira! Con el tiempo todos nos acomodamos y lo damos todo por hecho, y descuidamos el mantener viva esa llama que hace que todo sea mágico, si no le echas leña al fuego, lógicamente se apaga. Pero eso no quiere decir que no puedas tener a una persona enamorada toda la vida, pero es algo que hay que currárselo, y eso es algo que nadie hace.

Es muy peligroso saber que alguien está loco por ti, nos creemos que ese estado es algo estático, y que será así siempre. Y luego vienen las sorpresas. La gente empieza a meter esos enamorados en la nevera, en plan, ya está más que cocinado, ya me lo comeré luego. Y pasa el tiempo, y luego dice… huy, no tengo a nadie a quien follar, voy a llamar a ésta. Y esta resulta que “ésta” ya está enamorada de otra persona, seguro que menos pretenciosa, o por lo menos no de ti. Porque en la nevera, los alimentos se pudren igualmente. A veces hay un momento justo para subirse al tren, y si no estás pendiente, lo perderás para siempre. Porque ni todos los trenes son iguales, ni te llevan al mismo sitio, ni paran el mismo tiempo en la estación. Y a lo mejor el tren que te llevará a donde quieres ir, solo para un segundo en toda tu vida.

De todas formas, a nadie le gusta estar metido en la despensa de nadie, porque te echas a perder, y ya no ser el segundo plato, sino el de la semana que viene. Nos gusta que nos den prioridad, que para eso estamos tan ricos.

Si el roce hace el cariño, si no hay roce, no hay cariño. No te sorprendas.