sábado, 27 de octubre de 2007

A VECES PIENSO, LUEGO INSISTO

http://www.goear.com/listen.php?v=b0be52c

A veces pienso: “Las vueltas que da la vida”.

¿Cómo?

¿Cómo lo que con 15 años era un futuro prometedor, a los 19 un éxito profesional cantado y un futuro brillante, se ha ido transformando con los años en una colección de fracaso tras fracaso, en todos los campos de la vida, y una pérdida de autoestima tan grande?

¡¿Es tanta la frustración…?!

Una vez, hace muchos años, Tono me dijo que era alucinante, porque era la única persona que conocía que miraba a todo el mundo a los ojos cuando hablaba, le asombraba mi franqueza y mi transparencia, yo nunca me fijaba en esas cosas así que me pilló desprevenido, pero a partir de ahí, procuraba fijarme, y así era, no solo me sorprendí a mi mismo mirando a la gente a los ojos con franqueza sino también hablándole con el alma.

Llegué al conservatorio de Coruña lleno de ilusiones y perspectivas, y me fui con la depresión más grande que tuve en mi vida. Sólo pensar en poner un pie allí me ponía enfermo. (Enfermo de verdad, no es una frase echa). Recuerdo esas navidades muy bien, cuando tenía que volver a ver a mi familia y decirles que lo había dejado, que toda la ilusión, esfuerzo, dinero, apoyo, y ayuda que habían puesto en mi, no había servido para nada, que me había rendido y entregado las armas. Esa fue la primera vez que soy consciente de no poder mirarlos a los ojos, de sentir vergüenza, y bajar la mirada sintiéndome un completo inútil que ha defraudado a todo el mundo, cuando siempre lo tuve todo de cara.

A partir de entonces nunca volví a mirar a la gente igual: cuando antes me sorprendía mirando a la gente a los ojos, ahora me sorprendía apartando la mirada, bajándola, o simplemente mirando al infinito. Sobre todo cuando me preguntaban por el conservatorio. Saber, con el tiempo, que no era el único, que le pasó a mucha gente que tuvo que salir del conservatorio por la puerta de atrás, no me aliviaba en absoluto, pero me ayudo a comprender que mi gran error había sido venir a Coruña. Cesar, profesor de flauta y amigo, me dijo desde siempre: “Seijas, ¿pero qué haces aquí? Tu aquí no pintas nada, tu tenías que estar ya fuera, pero no en Coruña, no, en Viena, en París, en Londres, donde tu quieras pero vete.” Yo me reía y me lo tomaba como un cumplido, pero pensar en irme de Galicia y abandonar a mi gente, no era una opción. Nunca lo fue, hasta que me convertí en un muerto en vida. Y ahora la idea de irme a Londres parece la última oportunidad de resucitar, pero todavía queda para eso.

Siempre me pregunto qué hice mal, donde estuvo el fallo, si fue culpa mía o de los demás, si me puse siempre metas muy altas, o es que quiero siempre lo que no puedo tener, pero es que ya da igual, el daño está echo. Pero quizás sea hora de ser un humano más, y dejar de considerarme un ser inferior, aunque lo sea, y tratar de no bajar más la mirada, de mirar con franqueza otra vez, aunque ahora se haga un mundo cuando antes era tan fácil. No sé donde está la solución, no lo sé, pero por ahora me conformaría muchísimo con que no me doliera el corazón desde que me levanto hasta que me acuesto, y que los nervios no jugaran al pinball en mi espina dorsal. Hago lo que puedo.