domingo, 21 de septiembre de 2014




PRECOGNITIVE DREAMING

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As a child I always had "precognitive dreams".

In one of them I was fussing with friends when from the group next to us came a female voice challenging me. Like all people who had not yet met in real life, this girl appeared blurred and faded. But her voice was clear and with strong character. My reply seemed to disturb her a very second, because the next second she replied with equal forcefulness. As phrases, each one more ingenious, between the two opponents of such oratory succeeded (people present were astonished minutes ago...) where each sentence provoked to the other a mixture of admiration and overwhelm, my heart was racing in a form of unknown joy. Suddenly I couldn’t help it and woke up. I knew I had met the woman of my life, and interestingly she had not won me over with a neckline of vertigo, or a breathtaking miniskirt, but with wit, sense of humour, resilience, spiced with a dose of craziness and irreverence. I never felt such an attraction for anyone even today.

Now I like to think that the next girl who beat me at chess will be the woman of my life. I may not be that lucky and just beat me at chess.

I feel nostalgic about the dense conversations with my friends all afternoon and concluding that humans are hopeless. After such a mental effort, the fact to emerge victorious against psychology, sociology and history students, filled me with inner peace and stunned, walked home inventing some new chess move. Always remembering that being who visited me by the sandman’s hand, and who will someday be my wife.
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SUEÑOS PREMONITORIOS

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De pequeño siempre tuve “sueños premonitorios”.

En uno de ellos me encontraba alborotando con unos amigos cuando del grupo de al lado salió una voz femenina desafiándome. Como todas las personas que todavía no había conocido en la vida real, esta aparecía borrosa y difuminada. Pero su voz era nítida, y su carácter fuerte. Mi réplica pareció turbarla una décima de segundo, porque al segundo siguiente me contestó con idéntica contundencia. A medida que se sucedían las frases, a cada cual más ingeniosa, entre los dos contrincantes de semejante oratoria, (los presentes quedaron atónitos minutos atrás…) donde cada frase provocaba en el contrario una mezcla de abrumación y admiración, el corazón se aceleraba en una forma de júbilo desconocida. De repente no pude más y desperté. Sabía que había conocido a la mujer de mi vida, y curiosamente no me había conquistado con un escote de vértigo, o una minifalda de infarto, sino con ingenio, sentido del humor, capacidad de reacción, aderezado con dosis de locura e irreverencia. Nunca sentí tal atracción por nadie aún a día de hoy.

Ahora me gusta pensar que la próxima chica que me gane al ajedrez será la mujer de mi vida. Quizás no tenga tanta suerte y solo me gane al ajedrez.

Siento nostalgia de aquellas densas conversaciones que mantenía con mis amigos y amigas durante tardes enteras y cuya conclusión era que el ser humano no tenía remedio. Después de semejante esfuerzo mental, el hecho de salir victorioso ante estudiantes de psicología, sociología e historia, me inundaba de paz interior y aturdido, caminaba hasta casa inventando alguna nueva jugada de ajedrez. Con el recuerdo siempre en mente de aquel ente que me visitó de la mano del hombre de arena, y que algún día será mi mujer.

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