CROW WING
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Ea!, tighten those straps
and make ready the overos;
and let the colts clunch
the bite of the brakes.
Prepare javelins,
and leash the dogs;
the hunting horns sound
and ready the goshawks.
Already you ready? For quick,
we go to the sinister forest.
Who says this is a lofty,
noble and tall gentleman
that, with its surroundings,
has the county fief.
It is Don Pedro de Almendares,
the haughty nobleman
who, so courageous,
none won the duel.
Which has splintered his spears
in jousts and tournaments,
always serene and triumphant,
without fear or misgivings.
It is a maiden Violante
with very black eyes,
with some dark curls
when they fall loose
the whitest throat
the back and breast,
pretend in marble background
to be ebony finest meshes.
Don Pedro loves Violante
and Violante loves Don Pedro;
and both enjoy in raptures
of ardent enchantments.
But Violante, beautiful,
flames burning with jealousy,
and anything of her desire
can lessen the fire.
Cute Violante looks for
remedy for her ills,
and interrogates a necromancer
telling him her secrets.
The necromancer meditates;
and then, frowning,
searches mysterious herbs
for filters; and see the stars,
and in cabalistic signs
wants to find the true
way that his retorts
can cure that chest.
Finally, after achieving
decipher that mystery,
and already found the key
to the enigma, said then
to Violante: that he who loves you
shall bring a raven’s wing;
and with the dark snowflake
of the soft black plumage,
you can cure the ailment,
wearing it on your chest.
So he goes on his steed
the valiant Don Pedro,
and his people, to the forest,
with packs and gear.
That is the sinister forest,
of a thousand superstitions
are in the talks of the town.
Fearing they walk
scouts and huntsmen
that never reach that forest
because their fear stops them.
- Don Pedro, the forest is terrible.-
Don Pedro laughs at that:
That doesn’t fear that nobleman
neither the living nor the dead.
- That forest is cursed.
- Never mind - says Don Pedro.
And they keep walking, walking,
and they are already within the forest;
and already the hunting calls
play the soundly horns,
and there go the air geniuses
scattering echoes.
Don Pedro doesn’t look for beasts
or follow deer tracks,
or bristly boars:
he seeks a nest of crows.
It was starting the night,
the day was darkening,
when in a sturdy tree
half chop off and dry
squawked a huge raven, lying
in a chinky hollow:
its phosphorescent eyes,
its hooked beak ajar.
Don Pedro departed towards him
and eager and happy
put a bow on rope then
and shot ... when the raven
like a swift arrow
flew where the gentleman;
He knelt on the sturdy shoulders
its long steel nails
and with quick pecks
it pulled out his black eyes...
Don Pedro gave a cry deep,
but he killed the bird; and then
they take him out terrified
servants and commoners
of that dark place,
in the middle of the sinister forest.
He went to Violante’s castle,
with a wing, between his fingers,
of the bird, and to the beautiful
he said: Look, I'm blind;
for you I've lost my eyes,
angel of my sweet dreams...
I got to the cursed forest
and been punished by hell.
The girl then looked at him
and said: Good lad,
I no longer can love you:
first, because you are blind;
and then because him from Alcantara
nobleman abroad,
asked my father my hand
and married just today.
He gave a terrible cry of horror,
and becoming insane, the blind,
unleashed in race
he went stumbling and falling
through the woods; and tightening
against his sore chest,
between clenched fists,
the dreadful crow wing.
Rubén Dario, Nicaragua (1867-1916)
P.S. How can I believe in you when you believe in lies?
The answers to many situations in our lives are buried in the forgotten pages of a library. In the audiovisual era we tend to believe that reading books is outdated and does nothing, but we should not forget that only changed the forms, not the content of human relationships. That they have developed the forms of expression does not mean that before it have been done with less force.
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EL ALA DEL CUERVO
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¡Ea!, apretad esas cinchas
y apercibid los overos;
y que ya tasquen los potros
el bocado de los frenos.
Preparad las jabalinas,
poned traílla a los perros;
sonad las trompas de caza
y azores llevad dispuestos.
¿Ya estáis listos? Pues aprisa,
vamos al bosque siniestro.
Quien tal dice es un altivo,
noble y alto caballero
que, con sus alrededores,
tiene la comarca en feudo.
Es Don Pedro de Almendares,
el infanzón altanero
a quién, por lo valeroso,
ninguno venció en el duelo.
El que ha astillado sus lanzas
en las justas y torneos,
siempre sereno y triunfante,
sin temores ni recelos.
Es Violante una doncella
con unos ojos muy negros,
con unos obscuros rizos
que cuando le caen sueltos
por la garganta blanquísima,
por la espalda y por el seno,
fingen en fondo de mármol
mallas finísimas de ébano.
Don Pedro adora a Violante
y Violante ama a Don Pedro;
y ambos gozan en deliquios
de ardorosos embelesos.
Pero Violante, la hermosa,
se enciende en llamas de celos,
sin que nada de sus ansias
pueda aminorar el fuego.
La linda Violante busca
para sus males remedio,
y a un nigromante interroga
contándole sus secretos.
El nigromante medita;
y luego, frunciendo el ceño,
busca en yerbas misteriosas
filtros; y ve los luceros,
y en cabalísticos signos
quiere hallar el verdadero
modo de que sus retortas
puedan curar aquel pecho.
Por fin, después de lograr
descifrar aquel misterio,
y ya encontrada la clave
del enigma, dijo luego
a Violante: Que el que os ama
os traiga el ala de un cuervo;
y con el obscuro copo
del suave plumaje negro,
podréis curar la dolencia,
llevándole junto al pecho.
Por eso va en su corcel
el valeroso Don Pedro,
y con sus gentes, al bosque,
con jaurías y pertrechos.
Ése es el bosque siniestro,
del que mil supersticiones
andan en boca del pueblo.
Con temor van caminando
ojeadores y monteros,
que a ese bosque nunca llegan
porque les ataja el miedo.
- Don Pedro, el bosque es terrible.-
Don Pedro de ríe de eso:
que no teme ese hijodalgo
ni a los vivos ni a los muertos.
- Ese bosque está maldito.
- No importa- dice Don Pedro.
Y siguen andando, andando,
y ya están del bosque dentro;
y ya los toques de caza
repiten sonoros cuernos,
y van los genios del aire
desparramando los ecos.
Don Pedro no busca fieras
ni sigue la pista de ciervos,
ni a cerdosos jabalíes:
él busca un nido de cuervos.
Iba la noche empezando,
el día iba obscureciendo,
cuando en un árbol robusto
medio destroncado y seco,
graznó un cuervo enorme, echado
en unos grietosos huecos:
sus ojos fosforescentes,
su corvo pico entreabierto.
Don Pedro fuése hacia él
afanoso ya y contento
puso en comba un arco entonces,
y disparó…, cuando el cuervo
como una flecha veloz
voló donde el caballero;
hincó en los hombros robustos
sus largas uñas de acero,
y con picotazos rápidos
le sacó los ojos negros…
Don Pedro dió un hondo grito,
mas mató el pájaro; y luego
le sacaron aterrados
servidores y pecheros
de aquel lugar tenebroso,
de en medio del bosque siniestro.
Fue al castillo de Violante,
con un ala, entre sus dedos,
del pájaro, y a la hermosa
le dijo: Mira, estoy ciego;
por ti he perdido mis ojos,
ángel de mis dulces sueños…
Yo llegué al bosque maldito
y me castigó el infierno.
La niña miróle entonces
y le dijo: ¡Buen mancebo,
yo ya no puedo quererte:
primero, porque eres ciego;
y después porque el de Alcántara,
noble señor extranjero,
pidió a mi padre mi mano
y nos casamos hoy mesmo.
Dió un grito de horror horrible,
y tornado loco, el ciego,
en carrera desatada,
fué tropezando y cayendo
por los bosques; y apretando
contra el dolorido pecho,
entre los puños crispados,
la espantosa ala del cuervo.
Rubén Darío, Nicaragua (1867-1916)
P.D. How can I believe in you when you believe in lies?
Las repuestas a muchas situaciones de nuestra vida están enterradas en las páginas olvidadas de alguna biblioteca. En la era audiovisual tendemos a creer que leer libros está superado y no aporta nada, pero no hay que olvidar que solo cambiaron las formas, no el contenido de las relaciones humanas. Que se hayan desarrollado las formas de expresión no significa que antes se hiciera con menos fuerza.
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